domingo, septiembre 01, 2019

LA ARAÑA EN LA UNIDAD POPULAR.



Con gran profusión publicitaria propia y de los medios de comunicación, que han hecho antojadizas interpretaciones temáticas, se ha presentado al público una nueva producción del cineasta chileno Andrés Wood. ‘Araña’ es el título del filme.

Su creador asoció dicho nombre al símbolo (escudo) del movimiento Patria y Libertad, un colectivo compuesto por adultos jóvenes, adolescentes e incluso escolares que, en todos los terrenos posibles, se opusieron al régimen inconstitucional de Salvador Allende. Al margen de las multitudes de mujeres que desfilaban cacerola en mano por las calles de Santiago y provincias, no se recuerda otra expresión valiente y decidida, capaz de gritarle en su rostro al Presidente socialista que renunciase o se marchara “por el bien del país”.

Los cineastas, no sólo los chilenos, son unos oportunistas y ventajeros que utilizan historias manipuladas, con la finalidad de que las nuevas generaciones jamás olviden un pasado que “no puede volverse a repetirse”.
Todas las producciones –teleseries, documentales y películas- tienen, contradictoriamente, como leit motiv “la crueldad del régimen militar”, el mismo que sus directores, guionistas, productores y actores aborrecen. Sin embargo, apuntan intencionalmente a ese período político, conscientes de que les reeditará buenas ganancia gracias a una morbosa taquilla hábilmente inducia y atraída.

‘Araña’ será el primer filme de esta saga políticamente explotadora que tendrá como ‘escenario’ los mil días de la Unidad Popular, pero –atención- no se refiere a la Unidad Popular, a su descomposición, ignorancia e infinita capacidad de despojo, sino a un colectivo valiente que se atrevió a enfrentarla en las calles, para intentar frenar las expropiaciones por la fuerza.

Amenazado de muerte y con brigadas rojas buscándolo para capturarlo,  el líder de Patria y Libertad, Roberto Thieme, se declaró fallecido en un supuesto accidente aéreo y siguió, así, con sus actividades clandestinas de combatir, sin armas, a Allende y la UP.

Este disfrute artístico de estrujar arbitrariamente y exclusivamente el lado malo del régimen militar, obedece a una trasnochada  táctica de concientización ideológica, como lo hicieron sin misericordia los norteamericanos en sus infinitas producciones post Guerra Mundial contra los alemanes.

Ideologizados también los directores chilenos –pero éstos en favor del socialismo- descubrieron una rica veta en ciertos episodios ocurridos durante el régimen militar, pero intencionalmente omiten que sus rodajes, grabaciones y exhibiciones son posibles gracias al sistema neoliberal de plenas libertades y derechos y al mercado abierto que impera en el país.

Es impensable, casi una mitología, creer que alguien, alguna vez, podrá presenciar una producción donde se cuente la autoría del paso de una economía al borde del default, con 102% de inflación, sin reservas en el Banco Central, con un dólar a $10.000 y con los supermercados vacíos, haya pasado a tan opuesta realidad de hoy:  diversidades y  cantidades de ofertas con productos provenientes de todo el mundo; comer, todos pueden donde quieran y lo que quieran; todos se  visten con opciones  para regodearse; el auto dejó de ser un artículo de lujo; ya nadie huye del marxismo y llegan quienes escapan de sus garras en otros países; el 50% de los habitantes tiene acceso a viajar al exterior; existe el cambio libre, y ahora los Presidentes son de todos, no como Allende que se encargó de aclarar que él lo era sólo de los trabajadores.

Entendemos que para ser guionista se precisa inteligencia y creatividad, y por los antecedentes planteados nadie puede pensar, ni menos afirmar, que el régimen militar fue apenas una sucesión de acciones censurables.  Pero quienes se empeñan en seguir en esta campaña descalificadora a través del cine, podrían mostrar un ápice de honestidad y generar alguna producción que, por fin, narre lo que  celosamente esconde la izquierda chilena: su Unidad Popular. Material de información abunda, no sólo como ayuda  a un guión, sino como apoyo fílmico.

Expropiaciones; chilenizaciones; tomas de campos con resultado de muerte; asesinatos; atentados; persecuciones;  devaluaciones record; carencia de combustibles; ocultamiento y tráfico negro de alimentos; tarjetas selectivas de racionamientos; cordones armados en barrios periféricos; paramilitares enfrentando a carabineros;  huelgas interminables y crímenes de un ministro y un edecán, son algunas de las historias dignas de ser contadas en el cine para ampliar la mezquina e impuesta visión que muchos tienen de esa etapa de nuestras vidas.

En ninguna encuesta educacional después de 1990 se ha preguntado a algún joven  si sus profesores le enseñaron que Salvador Allende fue el primer Presidente en la historia en violar la Constitución e ignorar y desechar cualquiera resolución del Congreso Nacional, del Poder Judicial y de la Contraloría de la República, y que fue, también, el primero, y único, en incorporar a su gabinete ministerial a los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas, a sabiendas de que éstos no son deliberantes. Nunca nadie, antes, utilizó políticamente a los militares como él.

Cualquier cineasta visionario descubriría en la Unidad Popular un riquísimo material histórico para ser inmortalizado como aberrante ejemplo de mala conducción de un país. Pero ese visionario…tendría que ser de otro planeta.

Raúl Pizarro Rivera.

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