POCO PARECE CAMBIAR EN LA ARAUCANÍA.
Hace tres semanas me publicaron acá en El Líbero una columna en la que me referí a la mesa de diálogo instaurada en La Araucanía con el propósito de encontrar soluciones a los ya prolongados problemas que se viven en la región, principalmente la violencia rural que se mantiene inalterable con atentados y ataques incendiarios. En esa ocasión me manifesté contrario a la idea que la CAM fuese invitada a participar, aunque mostré cierto optimismo en que esta instancia, sin la presencia de grupos radicalizados como el anterior, pudiese ser una oportunidad, tal vez la última, para que el gobierno y las autoridades demuestren que existe una genuina intención por hacer algo que ayude a encaminarnos hacia el anhelado fin del conflicto que tenemos en el sur.
¿Qué ha ocurrido en estas semanas? Lo primero es que uno de los líderes de la CAM, Héctor Llaitul, se negó a asistir a la mesa de diálogo. Su rechazo lo fundamentó en que su hijo estaba en prisión preventiva y que eso cerraba la puerta a cualquier tipo de acercamiento. Cabe recordar que el hijo de Llaitul fue detenido en mayo de este año portando armamento y municiones en un vehículo, y fue formalizado bajo la Ley de Control de Armas y Explosivos. ¿Se puede conversar con una persona que insinúa (o abiertamente lo señala dependiendo de cómo se le vea) que mientras un familiar suyo esté detenido no habrá diálogo? Más bien parece una especie de imposición que resulta inaceptable y que demuestra que no hay ninguna razón válida que justifique la presencia de Héctor Llaitul en la mesa, sobre todo después de leer una entrevista que concedió hace pocos días en donde reafirmó y justificó la violencia como medio de lucha y reconoció que su accionar es político-“militar”. Lo anterior confirma que una instancia que, entre otras cosas, busca la paz, no puede permitirse invitar a personas que promueven dicha violencia. Con los grupos radicalizados no se puede ceder ni negociar nada.
Otra situación que ha sucedido en los últimos días es el anuncio de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados de visitar en Temuco a dos de los imputados por el crimen del matrimonio Luchsinger Mackay. Recordemos que anteriormente el promotor de esta reunión, el comunista Hugo Gutiérrez, ya lo había intentado invitando a uno de ellos al Congreso. En primera instancia una jueza concedió el permiso, pero luego dicha autorización fue revocada. Cabe preguntarse: ¿por qué la insistencia de este parlamentario, que pertenece a un poder del estado, en entrometerse en otro poder del estado en medio de un proceso judicial en curso? Esta intromisión no sólo es grave, sino altamente sospechosa. Sobre todo por la actitud violenta que el resto de los imputados de este caso tuvieron en una reciente audiencia en la que intentaron agredir a uno de los fiscales (y donde quedó de manifiesto la agresividad de estos individuos), lo que sumado a la persistencia de aquel parlamentario comunista abre un margen para al menos considerar cierta intencionalidad soterrada y poner la alerta en lo que en realidad hay detrás de todo lo anterior.
Finalmente, en la madrugada del jueves 28 de julio, otra iglesia fue quemada en La Araucanía. Es el templo religioso número 14 que es destruido en lo que va del año. En el lugar del ataque incendiario se encontró una pancarta del grupo Weichan Auka Mapu, el mismo que se ha adjudicado más de una treintena de atentados últimamente y del que las autoridades parecen no saber nada, al punto, casi insólito, que conocimos de la existencia de este grupo luego de que este mismo envió un comunicado de prensa a algunos medios en el que reivindicó la autoría de atentados y ataques incendiarios, los cuales fueron detallados uno por uno. Lo insólito es que Weichan Auka Mapu, en ese mismo texto, reconoció que venía actuando desde el 2013, es decir hace 3 años, más de 36 meses sin que nadie se enterara de su existencia. Definitivamente algo ha estado funcionando muy mal como para que las autoridades no se dieran cuenta…
Si bien hubo un hecho positivo en estas semanas, como lo fue la detención del activista Emilio Berkhoff luego de un año prófugo tras ser condenado a 5 años de cárcel por porte ilegal de arma y municiones, en la suma y resta poco parece cambiar en el sur: Héctor Llaitul reafirmó que la CAM seguirá usando la violencia como opción de lucha y Weichan Auka Mapu continúa cometiendo atentados impunemente. Si me preguntan si aún veo con cierto optimismo lo que pueda hacer la mesa de diálogo, debo decir que sí, lo mantengo… aunque el primer paso, la idea de invitar a la CAM, fue un error que se debe procurar no volver a cometerlo.
Alejandro Martini I., Ex Director Ejecutivo Multigremial de La Araucanía.
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