jueves, marzo 12, 2015

ANIVERSARIO DE GOBIERNO: ESCÁNDALOS Y OPORTUNIDADES.


Al empezar este 2015, seguramente varios en La Moneda vislumbraron este día como uno de celebraciones, con discursos emotivos y llenos de esperanza para el futuro. El aniversario de instalación del actual gobierno, iba a ser  una gran oportunidad para mostrar lo avanzado de las reformas programáticas, -a pesar de transcurrir tan sólo un cuarto del periodo-, probablemente nos harían imaginar lo que serían capaces en tres años, mostrando proyecciones, entre otros. A estos augurios positivos había que sumar el desarrollo del caso PENTA, que tendría, justo para esos días, a la oposición aún más derrumbada. Sin embargo, todo se desmoronó con la llegada del caso Caval, en un momento en que el Gobierno estaba feliz con la entrega del proyecto de aborto. Este caso  hizo público los negocios llevados a cabo por una empresa de la nuera de Bachelet, así como la participación de su hijo en dichos negocios. La credibilidad del gobierno se derrumbó. Es difícil mantener el discurso de la igualdad, con ganancias tan poco igualitarias; imposible hablar de confianza y cercanía, cuando se realizan negocios tan lejanos y exclusivos para el ciudadano común.
Lo más grave, para el gobierno y también para todos nosotros, fue la caída en la imagen y credibilidad de la política.Lo que sigue desmoronándose es el sistema de conducción de nuestra sociedad. Sumados ambos casos, y el asomo de los dineros de SOQUIMICH al ruedo, estos han minado en tal punto la credibilidad del sistema político, que nos han puesto al borde de una situación bastante compleja. Los tiempos han cambiado, y la respuesta ya no puede estar en comisiones presidenciales, ni grupos de expertos. No será suficiente que la Presidenta utilice palabras amorosas para apelar a los sentimientos y el corazón de los chilenos. Ese tipo de credibilidad ya no está con ella.
A pesar de esto no es que el problema esté sólo en la forma en que mostramos “credibilidad”, son  también  las prácticas, las que han caído en descrédito. La mayoría de los políticos tampoco tiene mucho para sustentarse, pero, por impresionante que parezca, Bachelet es la única que podría sobreponerse. Se podrá escribir mucho para explicar dicho fenómeno, pero la verdad es que aún cuenta con un importante capital y credibilidad. No es el mismo que en Diciembre pasado, pero es el suficiente para tomar las riendas de esta crisis y dirigir al sistema político hacía un saneamiento progresivo. Si es que ella se lo propone. De no ser así por cada  minuto que pasa su credibilidad irá cayendo, y la confianza que le otorga la ciudadanía podría llegar a niveles en los cuales ya no es un actor respetable para conducir esta crisis.
Para esto necesita un cambio radical, debe enfrentar el problema. Es necesario poner su prestigio político al servicio de la ciudadanía, y no servirse de la política para aumentar su prestigio. La forma que ha tenido hasta ahora de mantener intacto su liderazgo, sería mantener un status quo, que sin arriesgarla a ella, no hace nada por sacar la política del mal momento en que se encuentra. El problema es que, dadas las señales del gobierno este año, y del anterior, no parece que Bachelet esté dispuesta a asumir este desafíoDe hecho, la misma política refundacional del gobierno pone los incentivos en sentido contrario, pues en este rio revuelto, pareciera que lo que avanzará mejor serán las propias reformas, que se podrán presentar ahora como la solución incluso a estos problemas. Esto sería un grave error, podrían transformarse muchas cosas, pero el sistema político no tendría oportunidad de detener su caída libre.  Así, nos encontraríamos con un país reformado a ritmo del programa de gobierno, pero carente de una clase política con la credibilidad suficiente como para dirigir ese país. ¿Qué sentido tiene arreglar el barco, si destrozamos el timón?
Por ahora todo parece indicar que Bachelet no se saldrá de su guión, y no dará el giro necesario para tomar el problema por las astas y conducirlo para una salida que haga madurar nuestro sistema político. Debe cambiar el paradigma bajo el cual a funcionado hasta ahora. Y si lo hubiera hecho, hubiera juzgado la situación que involucró a su hijo, y no la hubiese evitado apelando simplemente a los sentimientos. Parece que por ahora, su omisión nos sigue empujando al mayor descrédito de la política y al abismo del populismo. ¿Será que esto le conviene?

Antonio Correa F.

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