EL INICIO DEL CICLO DEL POPULISMO.
El abrumador apoyo del Comité Central del PS a Guillier resulta completamente lógico. Forma parte de un proceso histórico que viene de hace un tiempo en la izquierda, que ha ido abandonando su discurso de responsabilidad y acercándose a los bordes del populismo. En especial porque ha ido comprando ese discurso de un desprecio completo a las élites, el apoyo a líderes carismáticos que tienen una conexión directa con la ciudadanía a través de la TV, más allá de las estructuras tradicionales y, sobre todo, porque ha ido creyendo en una propuesta de país que se basa más en los sueños y los deseos que en la maldita realidad que dan la responsabilidad fiscal, los necesarios acuerdos para construir políticas, la cooperación de diversos sectores de distinto signo y origen y todo aquello que constituye la buena política con la que Chile se ha ganado el respeto en el mundo.
En nuestro país, siempre ha habido populismo. Una revisión de los resultados de las elecciones ocurridas desde 1989 prueba que populistas de derecha o de izquierda e incluso inclasificables, como lo fue (y sigue siendo) el economista Franco Parisi, tienen su nicho de 15 o 20 puntos del electorado. Pero no han logrado tomarse las grandes coaliciones, como fue en EE.UU. Trump que se hizo del Partido Republicano. Eso es hasta ahora. Piñera puede anotarse entre sus éxitos políticos haber arrinconado al populismo de derecha, pero no ha sido la realidad de la izquierda.
El socialismo chileno, en especial después del experimento de apoyar al General Carlos Ibáñez había, a diferencia de otras socialdemocracias latinoamericanas, abandonado completamente el populismo. Tanto en los últimos años de dictadura, como en democracia, la izquierda dio muestra de una conocida responsabilidad política que le llevó incluso a tener que tragarse amargos batracios en la historia reciente. Uno de ellos fue inscribirse en los registros para votar en el plebiscito y, por tanto, aceptar el marco institucional del dictador. Y un segundo, sin duda, fue tener que apoyar al gobierno de Frei en sus gestiones diplomáticas para traer de vuelta a Pinochet y así evitar que enfrentara a la justicia internacional por genocidio.
Lo ocurrido en el PS es un fenómeno más global y el acto de cierre de un ciclo y el inicio del populismo de izquierda. El apoyo a Guillier es plenamente lógico en un escenario donde desde los intelectuales del segundo piso se transmite que en Chile hay un malestar instalado y que la gente quiere castigar y purificar a los políticos. Si desde La Moneda ese el mensaje, ¿por qué extrañarse si el PS vota por quien se ha hecho popular criticando a los políticos tradicionales, incluyendo a la propia Presidenta de la República? Desde el propio comando de Lagos el canto del populismo no ha encontrado oídos sordos. Hay que recordar que una de sus voceras suele pontificar como consigna contra la transición de la que es partícipe el propio ex presidente. Si los propios partidarios de Lagos reniegan de la política de estos años, ¿por qué alarmarse ahora que en el PS gane quien se declara el nuevo Martín Rivas y alejado de los políticos de la transición?
Se requiere coraje político para no ceder ante las ensoñaciones de la droga del populismo. Y sin duda que ese valor no está hoy en quienes dirigen el PS. Esa es la razón por la que, de manera inédita, decidieron elegir con votación secreta al candidato del populismo. Así podrán negarlo cuando mañana se desplome con la misma rapidez que ascendió.
CARLOS CORREA.
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