¿PODRÁ EL ODIO SALVAR A MICHELLE BACHELET?
Chile es parecido al país de “1984” de Orwell. Cuando en aquél el gobernante totalitario (léase “marxista” en el caso de Chile), se veía en algún apuro de imagen, concitaba a la ciudadanía a “un minuto de odio” contra el oficialmente declarado enemigo público número uno del régimen, que se llamaba Emmanuel Goldstein y, para efectos locales, Augusto Pinochet.
Acá la gobernanta marxista actual, afectada como nunca en su popularidad por las razones de todos conocidas, en este minuto está logrando convocar y distraer a la ciudadanía con su “minuto del odio”, resucitando un episodio ya aclarado, juzgado y terminado, el “caso Quemados”. Sus agentes lo han hecho con tal habilidad publicitaria que hasta han puesto a un imberbe y desinformado dirigente UDI, llamado Guillermo Ramírez, a aportar sus esfuerzos a la maniobra y “horrorizarse” públicamente por el caso, cayendo de lleno en la trampa publicitaria.
Y Carmen Gloria Quintana reapareció inmediatamente, por supuesto, ante los focos de la TV y se puso desde la partida al rescate de Michelle Bachelet (que es de lo que se trata todo esto), refiriendo que cuando ella estaba, quemada por su propio líquido explosivo, en la Posta Central, la “doctora” (lo pondré entre comillas mientras nadie, comenzando por ella misma, aclare la fundada denuncia del ingeniero Novakovic en el sentido de que su título de médica es falso, denuncia de la cual forma parte un requerimiento extenso y fundado presentado por el ingeniero a la propia Presidenta, de acuerdo a la Ley de Transparencia, que ella no ha respondido y NADIE, pero absolutamente NADIE en el país, salvo el periódico digital “Chile Informa”, ha dado a conocer), la referida “doctora”, digo, habría impedido que los “quemados” fueran enviados a sus casas. Es decir, el aporte de Carmen Gloria Quintana a la maniobra, tras haberse conseguido que un militar traicionara a sus camaradas de armas (¡qué difícil es conseguir esto hoy en Chile!) ha consistido en presentar a Michelle Bachelet como “salvadora de los Quemados”. Esto no lo había dicho nunca nadie antes ni era sabido. Bueno, ahora, “oportunamente”, nos es revelado.
Lo irónico es que el 99,9% de los chilenos ya estaba convencido por la propaganda marxista de la mentira de que los militares habían quemado a Rodrigo Rojas y Carmen Gloria Quintana, pese a que la justicia (antes de ser copada por los marxistas) había establecido lo contrario como “verdad judicial”. Ahora esta maniobra publicitaria, obtenida a partir de un ex militar que, con 29 años de atraso, ha experimentado una repentina epifanía o ha sido suficientemente motivado como para “darse vuelta la chaqueta”, o ambas cosas, lo ha venido a confirmar. El 99,9% de los chilenos, que de acuerdo a las normas del derecho y la razón, como normalmente sucede, estaban equivocados, ahora resulta que ¡estaban en lo cierto! “Tontilandia es así”, diría Jenaro Prieto.
Pero la opinión pública se maneja y es llevada de aquí para allá y de allá para acá a través de los medios. Y entonces ahora se ha logrado sin mayor esfuerzo que los medios se concentren en “los Quemados”, expresen todo su odio a Pinochet, como periódicamente se consigue hacerlo, al igual que en “1984”, y entonces convenientemente reaparezca Michelle Bachelet como “doctora” de delantal blanco, salvando a los perseguidos y remontando en las encuestas.
Por supuesto, como también siempre sucede, lo que crea, deje de creer o vuelva a creer este 99,9% de los chilenos tampoco ahora tiene pies ni cabeza.
De partida, todas las ultrapublicitadas acciones judiciales que el ministro Carroza ha reabierto no podrían jurídicamente reabrirse, pues están prescritas y clausuradas en virtud de sentencia firme dictada hace casi tres décadas y que tiene la fuerza de la “cosa juzgada”. Pero eso valdría para un país civilizado en que imperara la “rule of law” o “estado de derecho” y no para el país de “1984” o su símil, hoy conocido como “Chile”.
Más fantástico que eso es que los jueces marxistas dicen que lo obrado por Carroza (que apropiadamente marcha a la cabeza de este enésimo funeral del estado de derecho en Chile) ¡está bien!, porque se trata de “delitos de lesa humanidad”, que son “imprescriptibles”. Y digo que esto es fantástico porque los que estaban cometiendo delitos de lesa humanidad en 1986 eran Rodrigo Rojas y Carmen Gloria Quintana, que se preparaban para lanzar envases con contenido altamente combustible y explosivo a los buses de la locomoción colectiva, perpetrando así un “ataque generalizado a la población civil”, que es el rasgo definitorio de los delitos de lesa humanidad y que los tipifica, de acuerdo al Tratado de Roma que los estableció. Es decir, los militares que sorprendieron a la pareja incendiaria lo que hicieron fue IMPEDIR LA COMISIÓN DE UN DELITO DE LESA HUMANIDAD, pero en la inefable justicia marxista chilena actual están siendo juzgados por cometerlo.
Por supuesto, acrecienta el absurdo de la situación el hecho de que los delitos de lesa humanidad fueran establecidos en el referido Tratado de Roma, que rige en Chile sólo desde 2009, cuando fueron incorporados a la legislación nacional en virtud de una ley. Y una norma ancestral y básica del derecho penal universal es que no se puede culpar a nadie de un delito si éste no ha sido PREVIAMENTE descrito como tal en la ley.
Pero aquí de lo que se trata no es de salvar la puridad del derecho ni de la razón, sino de salvar de la debacle a Michelle Bachelet.
Y entonces esta maniobra ha permitido que la mayor fuerza interna de la idiosincrasia chilena, el ODIO, se manifieste en toda su magnitud, como lo pudo sufrir en carne propia, en el aeródromo de Punta Arenas, el coronel (r) Jaime Castañer, citado a declarar por el ministro Carroza, ante quien deberá presentarse lleno de hematomas.
La maniobra político-propagandística es burda, ridícula, agujereada por múltiples contradicciones internas que no resisten ni siquiera el menor análisis lógico ni jurídico. Pero cuenta con la complicidad de los medios, los aportes de los “cerebros lavados”, el pánico de los “imberbes útiles” de la derecha y el empuje irresistible del mayor y más poderoso ejército que siempre ha militado en la sociedad chilena, el de la ESTUPIDEZ GENERAL.
Hermógenes Pérez de Arce.
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