miércoles, febrero 29, 2012

EL SILENCIO DE BACHELET.

Un gobernante es responsable de lo que hace y de lo que no realiza. El sabio Lao Tse, exponente de una cultura tan antigua y sabia en materia de administrar un Estado, como la china, se refiere en esta sentencia, al papel del jefe de un pueblo, especialmente en las adversidades, situación tan propia y característica de nuestra Nación.
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Solo durante el siglo XX seis sismos superiores destruyeron gran parte de la zona central de Chile, con resultados catastróficos. El 16 de agosto de 1906, Valparaíso fue destruido por completo, cuando a las 19.55 horas, un movimiento grado 8.2 Richter sacudió al puerto dejando una cifra oficial de 3.000 muertos y 20.000 heridos. El sismo afectó desde Talca en el sur a Illapel por el norte. El mar se retiró varios metros y sólo la estructura portuaria neutralizó el avance del consiguiente maremoto.

Luego el 24 de enero de 1939, Chillán sufre un sismo 7.8 grados, a las 23.32 horas. Saldo 3.500 viviendas y edificaciones en el suelo y 3.500 víctimas fatales, aunque la prensa de la época habló de al menos 20.000 muertos. Tres minutos después, un terremoto de la misma intensidad destruye el 95% de Concepción.

En 1960. El 22 de mayo de ese año, a las 06.02 horas se abate sobre Valdivia el mayor terremoto registrado históricamente. El sismo alcanzó 9.5 grados Richter. Y afectó desde el Golfo de Arauco hasta Castro en Chiloé insular. Arrasando, otra vez, Concepción, Talcahuano, Angol y decenas de ciudades y localidades del interior. El Tsumani posterior alteró las costas y la superficie de la Décima Región, con un saldo de 2.000 fallecidos y dos millones de damnificados. Quince horas después una ola de 10 metros llegó a Hawaii y luego, a Japón y a la costa oeste de EEUU.

El movimiento telúrico fue precedido el día 21 de ese mes, a las 15.11 horas, por un sismo de 7.5 grados que azotó Concepción, con 12 epicentros en la cercanía y duró aproximadamente 10 minutos. Estudios posteriores señalaron que en 24 horas hubo 37 terremotos en la zona. Pero ese día en la capital de la Octava Región no se contaron muertos, porque la población evacuó oportunamente. El área siniestrada comprendió 400.000 kilómetros cuadrados del territorio chileno.

Domingo 3 de marzo de 1985, 19.47 horas. Un terremoto grado 8 sacude Santiago. Se sintió desde Antofagasta a Valdivia con 177 muertos y 142.000 casas y edificios destruidos. El daño se valoró en mil 400 millones de dólares de ese año.

Luego el 21 de abril de 2007, a las 17.23 horas, un movimiento grado 6.1 Richter asoló Aysén, con 4 muertos y seis desaparecidos por el maremoto en los fiordos.

El 14 de noviembre de 2007 (12.40 hrs), otro sismo se siente en Tocopilla. Esta vez el movimiento es de 7.7 grados y deja dos muertos, un centenar de heridos y un millar de casas destruidas. Aún a cinco años de ese terremoto, por la desidia de Bachelet y su gobierno, aún no terminan las labores de reconstrucción, tarea que ahora, en este gobierno, se incorpora, como un deber elemental de equidad y solidaridad. Lo mismo pasó en Chaitén, donde el gobierno de la señora Bachelet, tras una preocupación inicial, se olvidó después del desastre producido por el volcán.

Como dato adicional, desde 1971, Chile registró once terremotos. Y durante el siglo pasado otros cincuenta y un movimientos considerados como tales. En total sesenta y dos terremotos, en cien años.

Hasta el 27 de febrero de 2010, con el terremoto 8.8 cuyo epicentro se localizó frente a Cobquecura. Duración 3 minutos 45 segundos y fue percibido en ciudades tan distantes como Sao Paulo y Buenos Aires. Treinta mil millones de dólares en daños, que comprendieron a 13 millones de chilenos y medio millón de viviendas con daños. Unas 200.000 fueron destruidas. Saldo de muertos, desde las 03.34 hora del siniestro: 525. Ciento cincuenta y seis como víctimas del maremoto que ocurrió 35 minutos después, cuyas olas llegaron a Perú, Ecuador y Costa Rica. También se cuentan 25 desaparecidos y 30 mil millones de dólares perdidos. Una cuarta parte de lo que nuestro país produce en un año.

El mar barrió, 35 minutos después, el archipiélago de Juan Fernández - donde el movimiento sísmico no se sintió -, y penetró un par de horas más tarde en Constitución e Iloca junto a innumerables caletas del litoral central chileno.

El gran reproche, producto de la fallida alerta de tsunami al país, se hace a Michelle Bachelet, quien estando enterada de que la Isla de Juan Fernández, había perdido la mitad del poblado de San Juan Bautista, y había gente flotando en la bahía producto de la entrada de las aguas, noticia que le proporcionó el propio alcalde y carabineros del retén, dudó, vaciló y finalmente a las 08.56 hrs., es decir a dos horas de la penetración del tren de olas a tierra firme, aún "descartaba" el fenómeno, en el mismo momento que Talcahuano y otras localidades, veían sus casas inundadas con grave pérdida de vidas en Constitución y otros sitios.

Llama la atención que, tanto en 1939, en 1960 y en 1985, los presidentes de aquella época, Pedro Aguirre Cerda, Jorge Alessandri Rodríguez y Augusto Pinochet Ugarte, encararon la tragedia con medios bastante o muy inferiores a los que el Estado, de hoy, dispone.

No hablamos de la reconstrucción que es una tarea de años. Sino del ejercicio del mando. Porque como decíamos al inicio, un gobernante es responsable de lo que hace y de lo que no realiza en su mandato. El gravísimo error cometido por Michelle Bachelet resulta inexcusable. E imperdonable que no se haya presentado ante el país y, principalmente ante las familias de los 156 muertos y 25 desparecidos aquel día, para explicar su conducta.

Se dice que son parte esencial del perdón, la ofensa y el conocimiento de ésta por parte del ofendido por la confesión del autor. Hasta hoy, Bachelet se ha negado a tal reconocimiento, lo que sin duda no es aceptable, sobre todo si sus ministros, como Edmundo Pérez Yoma señalan que aquí "hay un deber de justicia" y a la vez reconoce "como válida la crítica sobre el momento que debió decretarse el estado de excepción y haber entregado el control de la situación de orden público a los militares" para evitar dos días de saqueo.

Desde luego, existe una cadena de errores que no se pueden soslayar. Como la tardanza - de dos años -, en implementar la Red Nacional de Sismología por errores en la redacción de la ley que sólo consideró la compra de los equipos, pero no su instalación, mantención y operación. La débil estructura de la ONEMI. La falta de personal profesional capacitado. La negligencia de no tener operativos los 25 teléfonos satelitales a disposición de la Oficina Nacional de Emergencia. El desatender el protocolo establecido y que figuraba en una pizarra, ante los ojos de todas las autoridades presentes aquella madrugada. Todo fue un error. Un fatal error.

Aquí, si no hay una responsabilidad penal - según apunta la fiscal que investiga la tragedia, Solange Huerta -, sí tenemos una responsabilidad política. Y es ahí donde Michelle Bachelet no podrá seguir en silencio y callando u ocultando el papel que le cupo, hace dos años, el 27 de febrero de 2010.
DespiertaChile.

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